Flores comestibles: una tendencia gastronómica que suma ciencia, sabor y respaldo legal

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El ingeniero en Ciencias Agrarias, Cristian Javier López, dialogó con radio Rivadavia Río Cuarto 94.7 FM y Golden FM 107.9 y explicó por qué las flores comestibles atraviesan un crecimiento sostenido en la gastronomía argentina.

La tendencia, que comenzó tímidamente hace algunos años, hoy suma nuevas incorporaciones al Código Alimentario Argentino y una participación cada vez mayor de chefs, productores y consumidores.

López contó que la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la UNRC realizó recientemente jornadas específicas sobre el tema, con una respuesta que superó ampliamente las expectativas. “Cada vez se utilizan más flores en distintos tipos de preparaciones. Ya no solo como elemento decorativo, sino como un ingrediente más del plato”, señaló.

Su trabajo conjunto con la chef Paula Méndez Carreras le permitió profundizar en usos culinarios que van desde mermeladas, jaleas y salsas hasta coctelería, donde los pigmentos naturales de las flores aportan color y atractivo visual.

El especialista destacó además la importancia de la reciente incorporación de once especies al Código Alimentario. Hasta ahora, solo tres estaban reconocidas formalmente. “Esto da un marco legal a algo que ya se venía haciendo. Le da seguridad al chef, al productor, al comerciante y, sobre todo, al consumidor”, explicó. Entre las especies habilitadas mencionó la caléndula, las flores de zapallo, el diente de león, el azar de cítricos, un jazmín específico, la lavanda angustifolia, la manzanilla, el hibisco, la rosa —en todas sus variedades—, el taco de reina y la capuchina. López remarcó que no todas las flores de un mismo nombre común son comestibles, por lo que es clave respetar la identificación botánica y las especies permitidas.

Más allá del sabor, las flores aportan beneficios nutricionales y compuestos bioactivos. “Son ingredientes nutracéuticos: además de nutrir, contienen fitocompuestos saludables que pueden prevenir enfermedades”, explicó. Muchos de esos compuestos provienen de los pigmentos —como terpenoides y compuestos fenólicos—, que actúan como antioxidantes naturales y ayudan a proteger las células del daño oxidativo. Flores como el tilo, la caléndula o la manzanilla, recordó, tradicionalmente se utilizan por sus efectos calmantes, antisépticos o antiinflamatorios.

El ingeniero insistió en una recomendación clave: consumir flores solo de fuentes confiables. “No puedo ver un jardín, tomar una flor y llevarla al plato. No sé cómo fue tratada. Deben ser flores cultivadas sin plaguicidas y comercializadas bajo las normas vigentes”, subrayó.

Antes de despedirse, dejó algunas sugerencias para iniciarse en la cocina floral: dulce de pétalos de rosas para acompañar tartas; risotto con flores de zapallo; ensaladas con pétalos de caléndula, manzanilla o taco de reina, que aporta un toque levemente picante. “Las posibilidades son innumerables”, resumió, celebrando un avance que combina gastronomía, ciencia y seguridad alimentaria.

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