Con su carrito inconfundible y el aroma irresistible de sus pralinés, Raúl Argüello lleva cuatro décadas endulzando calles y plazas de Río Cuarto.
A poco de su despedida del ámbito laboral y en una charla distendida con La Mañana Sin Libreto, Raúl recordó sus comienzos compartiendo que empezó ayudando a su hermano mayor frente a la tradicional esquina de Casa Tía, cuando apenas sabía preparar el praliné.
Desde entonces, nunca dejó de trabajar, haga frío, calor o llueva. El secreto de su éxito es simple y artesanal: la olla bien cuidada y el punto justo del caramelo.
“Muchos se asustan cuando ven el humo, pero es el caramelo… hay que saber sacarlo a tiempo”, contó. Argüello no tiene una estimación precisa de cuántos kilos de praliné vendió ni cuántos chicos lloraron por una bolsita, pero sí sabe que hizo las cosas bien.
“Lo más importante es que la gente te reconozca como buena persona”, dijo, antes de agradecer a su familia y a todos los que, generación tras generación, volvieron para buscar ese sabor tan simple como inolvidable.